domingo, 25 de marzo de 2012

Psicoanálisis y Surrealismo


Alfred Hitchcock se lanza al campo del Psicoanálisis en una película que mezcla el suspenso y surrealismo. Gregory Peck es un paciente de un hospital psiquiátrico, donde la doctora interpretada por Ingrid Bergman descubre que es un potencial asesino, pero no porque sí. A través de la técnica del Psicoanálisis tratará de descubrir que hay detrás del misterioso paciente. De hecho, una de las secuencias más impactantes son las imágenes oníricas, diseñadas por nada menos que Salvador Dalí, donde incluso hay una referencia a algunos de sus trabajos anteriores como el Perro Andaluz de Luis Buñuel
Con claras intenciones de romper con la imagen brumosa y confusa que tenían los sueños en el cine, Hitchcock contrató al artista plástico Salvador Dalí para que diseñara las secuencias oníricas del protagonista y logró imágenes muy visuales y características de la obra del pintor catalán.

 En relación con la Unidades 6 y 8 de la materia Corrientes actuales en Psicología, en donde se desarrolla la relación del Psicoanálisis con el Surrealismo de la mano de Lacan, entre otros.




Encuentro de Freud con Dalí y el surrealismo.
Dalí con Freud: Un cráneo con forma de caracol.
Dalí en su estadía en la ciudad de Londres, el 19 de julio de 1938, visita a Freud, quien ya exiliado, acepta un encuentro con el pintor catalán conjuntamente con el poeta Edward James y el escritor Stefan Zweig.
Freud quien mantenía correspondencia con este último, le escribe:
Hasta ahora me inclinaba a pensar que los surrealistas, que parecen haberme elegido como santo patrón, eran unos locos absolutos (pongamos que el 95% como el alcohol). Pero el joven español, con sus ojos cándidos y fanáticos y su innegable maestría técnica, me ha sugerido otra apreciación y a reconsiderar mi opinión. Efectivamente, sería muy interesante estudiar analíticamente la génesis de un cuadro de este tipo. Desde el punto de vista crítico, sin embargo, siempre se podría decir que la noción de arte rechaza cualquier extensión cuando la relación cuantitativa, entre el material inconsciente y la elaboración preconciente, no se mantiene dentro de determinados límites. Hay allí, en todo caso, serios problemas psicológicos.
Dalí de esta visita nos deja la siguiente impresión:
Mis tres viajes a Viena fueron exactamente como tres gotas de agua, faltas de reflejos que las hicieran brillar. En cada uno de estos viajes hice exactamente lo mismo por la mañana, iba a ver el Vermeer de la colección Czernin, y por la tarde, no iba a visitar a Freud, porque invariablemente me decían que estaba fuera de la ciudad por motivos de salud.
Recuerdo con dulce melancolía haber pasado esas tardes vagando al azar por las calles de la antigua capital de Austria... Al anochecer mantenía largas y cabales conversaciones imaginarias con Freud; hasta me acompaño una vez y permaneció conmigo la noche entera pegado a las cortinas de mi habitación del Hotel Sacher.
Varios años después de mi último intento ineficaz de verme con Freud, hice una excursión gastronómica por la región de Sens, en Francia. Empezamos la comida con caracoles, uno de mis platos favoritos. La conversación recayó en Edgar Allan Poe, magnífico tema para acompañar el paladeo de los caracoles, y trató especialmente de un libro, recién publicado, de la princesa de Grecia, Marie Bonaparte, que es un estudio psicoanalítico de Poe. De pronto vi una fotografía del profesor Freud en la primera página de un periódico que alguien estaba leyendo junto a mí. Inmediatamente me hice traer el ejemplar y leí que el desterrado Freud acababa de llegar a París. No nos habíamos repuesto del efecto de esta noticia cuando lancé un grito. ¡En aquel mismo instante había descubierto el secreto morfológico de Freud! ¡El cráneo de Freud es un caracol! Su cerebro tiene la forma de una espiral -¡que hay que sacar con una aguja!-
Este descubrimiento influyó mucho en el dibujo de su retrato que hice más adelante del natural, un año antes de su muerte...
Debía verme con Freud, finalmente, en Londres. Me acompañaban el escritor Stefan Zweig y el poeta Edward James. Mientras cruzaba el patio de la casa del anciano profesor vi una bicicleta apoyada en la pared y sobre el sillín, atada con un cordel, había una roja bolsa de goma, de las que se llenan de agua caliente, que parecía llena, y sobre la bolsa ¡se paseaba un caracol! La presencia de este surtido parecía extraña e inexplicable en aquel patio del domicilio de Freud.
Contrariamente a mis esperanzas, hablamos poco, pero nos devorábamos mutuamente con la vista. Freud sabía poco de mi, fuera de mi pintura, que admiraba, pero de pronto sentí el antojo de aparecer a sus ojos como una especie de dandi del “intelectualismo universal”.
Supe más adelante que el efecto producido fue exactamente lo contrario.
Antes de partir quería darle una revista donde figuraba un articulo mío sobre la paranoia. Abrí, pues, la revista, en la página de mi texto y le rogué que lo leyera así tenía tiempo para ello. Freud continuó mirándome fijamente sin prestar atención a mi revista. Tratando de interesarle, le expliqué que no se trataba de una diversión surrealista, sino que era realmente un artículo ambiciosamente científico y repetí el título, señalándolo al mismo tiempo con el dedo. Ante su imperturbable indiferencia, mi voz se hizo involuntariamente más aguda y más insistente. Entonces, sin dejar de mirarme con un fijeza en que parecía convergir su ser entero, Freud exclamó, dirigiéndose a Stefan Zweig: “Nunca vi ejemplo más completo de español ¡Qué fanático!”.


Esta anécdota tiene variaciones escritas por el propio Dalí, mostradas en su Diario de un genio. Allí escribe que el cerebro de Freud es uno de los más “sabrosos e importantes de la época” y también es el caracol de la muerte terrestre. El cerebro de Freud para Dalí, es donde reside la esencia de la tragedia:
Al parecer, sin darme cuenta, dibujé la muerte terrestre de Freud en el retrato al carbón que hice de él un año antes de su muerte...
Cuando Dalí encontró a Stefan Zweig y a su mujer en ocasión de una celebración en la ciudad de New York le preguntó cuál había sido realmente la reacción de Freud en presencia de su retrato. El escritor austríaco sólo respondió con evasivas. Únicamente al leer el final de su libro póstumo y autobiográfico de aquel, El mundo de ayer, Dalí supo inmediatamente la verdad: Zweig le había mentido.
Según el párrafo leído de la obra mencionada, “el retrato de Dalí presagiaba de una manera clara la inminente muerte de Freud”, y nadie se había atrevido a mostrárselo, temiendo sobresaltarlo innecesariamente, sabiendo que era víctima de un cáncer ya terminal.
Extracto de artículo en la Revista el Sigma. Autor: Carlos Gustavo Motta. 27-07-2006. Fuente: http://www.elsigma.com/site/detalle.asp?IdContenido=10389



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