Se trata de un espacio dedicado a intercambiar, entre alumnos y docentes de la Universidad Nacional de La Plata, contenidos alternativos relacionados con la historia de la Psicología.
Se podrán encontrar recomendaciones de películas, artículos periodísticos, música, teatro, literatura, etc.
“Una araña ejecuta operaciones
semejantes a las del tejedor, y una abeja avergüenza, por la construcción de
sus celdillas de cera, a más de un arquitecto. Pero lo que ya por anticipado
distingue al peor arquitecto de la abeja mejor, es que el arquitecto construye
la celdilla en su cabeza antes de construirla con cera. Al final del proceso de
trabajo sale un resultado que ya estaba presente al principio del mismo en la
representación del trabajador, o sea, idealmente. No es solo que el trabajador
obre una alteración de forma de la naturaleza, es que al mismo tiempo realiza
en lo natural su finalidad, la cual es conocida por él, determina como ley el
modo de su hacer y tiene subordinada su voluntad.” (K. Marx, El Capital, pp.
15).
Vigotsky va a intentar resolver, a lo largo de obra, un problema significativo para su época: ¿Qué es lo que distingue al ser humano del resto de los seres vivos?
Esta pregunta proviene del muchas veces reeditado debate entre "lo innato y lo adquirido". En aquel momento histórico, se busca en estos debates una explicación a los famosos niños-salvajes y su posible humanización.
Victor, el salvaje de Aveyron
Convertido así en asunto público, los sabios del momento le
reconocieron atenta y cuidadosamente y llegaron a la conclusión,
expresada por el más cualificado de ellos, Philippe Pinel, director del asilo o manicomio de Bicêtre, de que "el salvaje de Aveyron" no era más que un deficiente mental incurable. Pero un joven médico recién doctorado, Jean Marc Gaspard Itard,
al que le fue permitido asistir a estas sesiones, más optimista,
propuso la elaboración y ejecución de un programa de tratamiento y
educación del niño, lo que fue aceptado, proporcionándosele los medios
públicos requeridos para realizarlo. El muchacho quedó desde entonces
bajo la custodia de Itard, siendo atendido por Madame Guérin en los
aspectos físicos y materiales mientras que Itard elaboraba y aplicaba el
programa de su tratamiento psicológico y readaptación.
Itard escribió dos memorias o informes dirigidos al ministerio patrocinador, donde relató minuciosamente sus observaciones,
propósitos y experiencias. Ambos textos fueron publicados inmediatamente
por considerárselos de interés general. El primero data de 1801, pocos
meses después de haberse emprendido el experimento, y el segundo se
escribió en 1806, cuando Itard dio por conclusa su actuación. Ambos
trabajos son modelos de rigor científico, metodológico y claridad
expositiva.
La descripción que Itard realizó de la primera impresión que le causó
su pupilo rezaba: "un niño desagradablemente sucio, afectado por
movimientos espasmódicos e incluso convulsiones; que se balanceaba
incesantemente como los animales del zoo; que mordía y arañaba a quienes
se le acercaban; que no mostraba ningún afecto a quienes le cuidaban y
que, en suma, se mostraba indiferente a todo y no prestaba atención a
nada."
El infortunado muchacho era delgado y más bien bajo para su supuesta
edad. Su rostro, redondeado e infantiloide, presentaba marcas de haber
sufrido la viruela
y lo surcaban varias cicatrices. Su nariz era larga y puntiaguda y su
mentón hundido. Tenía un cuello largo y esbelto, pero otra gran cicatriz
le atravesaba la garganta.
Las atenciones y cuidados que se le dispensaron a partir de entonces
mejoraron su estado físico y su sociabilidad, pero los progresos fueron
muy escasos, una vez superada la fase inicial. Itard le puso el nombre
de Víctor. Por esta época se presentó la pubertad sexual del
muchacho, lo que creó problemas adicionales a su educador. Las
esperanzas de Itard de enseñarle a hablar y a comportarse de manera
civilizada resultaron frustradas y en el segundo informe Itard se daba
por vencido y manifestaba su preocupación por el futuro del joven era
llamado en su tribu "el yindi".
Parte del proceso puede verse en una película de François Truffaut basada en esta historia, titulada L'Enfant Sauvage.
1945A.P.A. Reunión de psicoanalistas argentinos en Río de Janeiro. Adelante: Señora De Oliveira (Brasil), Alberto Tallaferro, Luisa Alvarez de Toledo. Medio: Enrique Pichon Rivière, Marie Langer, Arnold
Rascovsky, Angel Garma, Eduardo Krapf, Celes Cárcamo, Lucio
Rascovsky. Atrás: Arminda Aberastury y Matilde Wencelblat.